Todo cristiano puede —y debería— ser libre de deudas. En Romanos 13:8 se nos enseña: «No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros…». De hecho, como creyentes deberíamos ser los prestamistas, no los prestadores (Deuteronomio 28:12).
¿Qué tan malo es prestar dinero si todos lo hacen? Ése es el problema: la deuda es parte del sistema financiero del mundo, el diablo lo ideó con el fin de mantenernos en esclavitud (Deuteronomio 28:15, 43-44; Proverbios 22:7). Sin embargo, Jesús nos ha redimido de la maldición de la ley, y somos libres para vivir bajo la bendición de Abraham (Gálatas 3:13-14).
Usted podría pensar: “Entiendo que las Escrituras nos indican que cancelemos toda deuda, pero ¿cómo podría yo si quiera pensar en obtener un carro, una casa o cualquier otro bien, sin prestar dinero para adquirirlos?”.
Ésa es una buena pregunta; y por eso, compartiremos con usted poderosas verdades que hemos descubierto —y experimentado— en la Palabra de Dios.
1. Decida salir de deudas y vivir libre de éstas.
Déle a la Palabra el primer lugar en su vida, y permita que ésta sea su autoridad final. Después, decida obedecer Romanos 13:8, y crea que Dios suplirá todas sus necesidades y deseos. Determine ser una persona de un sólo ánimo (Santiago 1:8, 22-25), y luego medite en la Palabra (Salmos 1:1-3; Josué 1:8).
2. Déle a Dios el primer lugar en sus asuntos financieros.
Decida que, sin importar lo que suceda en su vida, usted obedecerá la Palabra de Dios, diezmará y ofrendará (Malaquías 3:8-12; 2 Corintios 9:6-15). El diezmo es el fundamento de su éxito financiero (lea la confesión referente al ciento por uno que se encuentra más adelante).
3. Crea que Dios le proveerá su pan diario (Mateo 6:11).
El pan diario se refiere al dinero que necesita para cubrir las necesidades básicas de su hogar cada día; en esta suma deben incluirse sus diezmos y ofrendas. Pero no se engañe, además de cubrir sus diezmos, ofrendas y necesidades; asegúrese también de agregar en esa cantidad de “pan diario”, una reserva para otras situaciones —como el pago de gastos fijos mensuales, etc—.
Y recuerde, no gire cheques sin fondos; es decir, por cantidades que su cuenta bancaria no cubrirá. Eso es fraude.
4. Póngase de acuerdo con alguien en oración (Mateo 18:19).
Póngase de acuerdo con su esposa. Si no está casado busque a un creyente firme en la fe para orar en un mismo sentir.
5. Tómelo por fe.
Ponga en práctica los principios establecidos en Marcos 11:23-24. Crea en su corazón y confiese con su boca lo siguiente: Mis necesidades han sido suplidas, soy libre de deudas, las ventanas de los cielos están abiertas para mí, recibo el beneficio del ciento por uno en esta vida, administro mis finanzas de acuerdo con la sabiduría de Dios (Proverbios 2:1-10, 3:13-18).
6. Ate al diablo en el nombre de Jesús (Mateo 18:18; Marcos 16:17; Santiago 4:7; Efesios 6:10-18).
En el nombre de Jesús, ordénele a Satanás y a todas sus fuerzas malignas que no interfieran en sus finanzas. Cuando se atraviesa una crisis financiera que involucra a la familia, es importante que el esposo o el padre —el responsable como cabeza espiritual del hogar— asuma el liderazgo para resistir los ataques del diablo.
7. Desate las fuerzas del cielo en sus asuntos financieros (Hebreos 1:14; Salmos 103:20).
Los ángeles de Dios son espíritus ministradores que se encuentran a su servicio para ayudarle.
8. Alabe a Dios, a fin de que Su poder se manifieste en su vida económica (Salmos 9:1-4, 67:5-6, 68:19).
La alabanza mantiene completamente abierta la puerta de la abundancia. Al no existir obstáculos en su relación con Dios, usted podrá recibir Sus promesas.
Por último, es importante que se dé cuenta —y decida— que debe vivir para dar (Efesios 4:28). Viva de la cosecha de sus dádivas; lo cual significa que en su vida financiera debe llegar al punto en el que los ingresos de su trabajo o negocio, se conviertan en su semilla. Cuando siembre, crea en la cosecha del ciento por uno. Usted será de bendición para otros y se mantendrá libre de deudas. Dios lo bendecirá y hará que abunde en usted toda gracia, a fin de que tenga siempre lo suficiente en todas las cosas y abunde para toda buena obra (2 Corintios 9:8).